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En qué empresa trabajas?

Un día me preguntaron cuándo fue que te volviste esta persona que eres hoy?

La pregunta resultó de un comentario suelto hecho por mí, del tiempo en que era mal geniada.

Vivía estresada. Trabajaba de lunes a sábado y algunos domingos al mes. Comencé a estudiar ingles e italiano algunas noches entre semana. Manejaba un equipo de 16 personas en una empresa textil, y tenía una relación bastante tóxica.

Me sobresaltaba con facilidad, pero reía con dificultad. Recuerdo pocas carcajadas de aquella época. Antes reía tanto con mis amigas que me dolía la panza y mis ojos lloraban. Pero de repente ya no era así. Sentía que debía ser responsable todo el tiempo. Cumplir, cumplir, cumplir. Con los jefes, las metas, los tiempos, con todos...menos conmigo misma.

Mamá me repetía constantemente que la vida no se trataba de eso, que debería pensar en buscar otro trabajo. Y yo, solo pensaba que ella estaba loca. Que cómo se suponía que podía surgir, aportar con la casa, ayudar con las cuentas si buscaba un trabajo con menor responsabilidad. Eso implicaría menor sueldo, y eso era la ruina. A pesar que mi hermana me enseño que las empresas no tienen corazón, yo entregaba el mío en cada empleo que estaba. Soñaba con que los jefes me vieran como irreemplazable, y así garantizar estabilidad por más tiempo.

Pero la crisis de mi país no perdonó a ninguna empresa, menos a las extrajeras como en la que yo laboraba para aquel entonces. Y sí, aunque ellos manifestaron que yo era muy importante para su organización, no pudieron continuar pagando mi salario y me despidieron. Con una buena indemnización, pero despedida al fin y al cabo. La empresa continuó y continúa funcionando, con las uñas, pero sin mí. Y allí comenzó una cadena de eventos nada gratos, pero que me prepararon de manera gradual a decir adiós.

Llevaba meses buscando una oportunidad laboral donde mi titulo de ingeniería se respetara un poco, pues con los problemas económicos, políticos y sociales que aun se viven en Venezuela, los pagos eran tan bajos que me ofendían, pero era una realidad de la cual no había escapatoria, o si?

Mientras pasaba el tiempo desempleada, fui perdiendo color. Luego de 5 meses, con la muerte de papá, todo se derrumbó. Entonces sucedieron unos cambios que yo no decidí. Pues la verdad es que no pensaba nada positivo sobre mí.

Hoy, luego de ver como mi padre tuvo los recursos económicos pero no los aprovechó, entendí. Ser feliz es una decisión. El podía, pero no viajaba. El podía, pero no bailaba. El podía, pero le costaba aceptar el amor y reconocerse como una persona valiosa. Creyó siempre que darnos gustos era la mejor manera de hacernos saber cuanto le importábamos Y cuando se hizo viejo y cayó en quiebra, era como si su vida se hubiese ido por un abismo. Se pasó el resto de la vida lamentándose por el dinero que ya no tenía y siempre se sentía extraño cuando sus hijas lo abrazábamos y le decíamos "te amo papá", porque su crianza fue muy diferente a la mía.

Entonces, cuando pienso en que me hizo cambiar, entiendo que la lección te llega cuando estas listo para entenderla. Todo lo que sucedió previo a su partida me iba preparando. Pero fue la extinción de su vida, la que me mostró qué es lo que te debe definir. Qué es lo que debe formar tu filosofía. Y que todo siempre es como decidas verlo y afrontarlo.

Luego de un tiempo abrí los ojos y percibí la luz, y con ella los colores, y con ellos el amor, y con él lo que valgo y lo que vale. Hoy amo estar viva, y sé que decir adiós, aunque duela es parte del proceso. Ya me he despedido muchas veces. Algún día se despedirán de mí. Pero mientras todo sucede, amaré, reiré a carcajadas sin pena, abrazaré, le diré constantemente a quienes están en mi vida lo importante que son, lo mucho que los amo, lo agradecida que estoy porque soy su hija, su hermana, su compañera, su amiga, su pareja. Mientras esta aventura me permita ver un nuevo amanecer seguiré bailando, bailando y bailando, y trabajando en mantenerme feliz y ayudar a cuantos pueda a formar esa misma empresa. Esa empresa que si tiene corazón.


Mónica Velásquez

Vivir en monotonía es una elección, pero no la mía. 

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