Dory nunca más!...solo algunas veces
Había terminado de cruzar el segundo parque, casi llegando a la principal, cuando sentí el viento frío en mi espalda. Eran las 10:15 pm. Y un pensamiento golpeó mi cabeza como un batazo a jonrón (home roun)...había dejado el morral en el sitio de ensayos!
Ah que rabia y susto. Quienes cierran allí, viven lejos y seguramente se habían ido o estaban por hacerlo. Dios! Dí media vuelta en mi bici negra de cesta y calcomonias de flores, y me pare en ella a pedalear a lo que mis piernitas me daban. De paso, luego de pasar los benditos parques, me toca pasar por un puente peatonal. El cual, vale la pena acotar, debe pasarse a pie, pues te pueden multar si montas en bicicleta sobre él. Y cuya descenso no cuenta con rampa, sino con escaleras. Pero ni modo. Me tocaba hacerlo. Por segunda vez.
Años atrás, me sucedió durante unas vacaciones en mi querido pueblo, que un chico con el que había estudiado en el bachillerato me saludara de la siguiente manera: Hola Mónica Velásquez! Me provocó una rabia increíble. Como es posible que recuerde, no solo mi primer nombre, sino además mi apellido!. Ha pasado más de una década Me mude de ciudad. Y el bendito ex-compañero lo recuerda como si fuera ayer, y ni siquiera fuimos tan amigos. No cuento siquiera con una foto donde estemos los dos! Tenía memoria de elefante. Me hizo sentir como si el alzheimer hubiese ganado la carrera a la menopausia. Lo peor, es que se volvía cada vez más frecuente la odiosa situación. Olvidaba nombres, fechas, lugares.
Hace unos 5 años atrás, cuando conseguí el nuevo trabajo aquí en la nevera, recién migré de mi país, necesité tener todos los certificados de los cursos y diplomados realizados durante y después de estudiar mi carrera. Me hacía falta reclamar un par de ellos, así que chequeé en la página web de mi universidad cuando noto el nombre de un curso aprobado que no recordaba. Para mi no era lógico que tuviese ese extraño curso en mi historial, si yo no lo había cursado. Llame por Skipe a una de mi mejores amigas a comentarle la situación, ya que era ella quien me estaba haciendo el favor de reclamar dichos cartoncitos. Cuando ella, que su memoria es casi fotográfica comienza a reír. Y me dice: Cómo no te acuerdas! Ese curso lo tomabas en el edificio C de la universidad, era como dos veces por semana de 8 a 10 de la noche. Tu profesor era uno calvo de lentes redondos. Y hasta me mencionó algunos personajes, quienes según ella, asistieron a dichas clases conmigo. Y yo, como si quisiera desdoblarme y mirarme desde afuera para blanquearme los ojos y golpearme en la frente, vagamente recordé el asunto por la descripción del poco agraciado instructor.
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Tuve hasta compañeros de oficina que me llamaban Dory. Como la amable y dulce pececita amiga de Nemo, cuya retención de las cosas dura tan poco como un suspiro. Amaba los post-it, eran mi salvación. Pero cuando comencé a bailar me tracé un propósito. Iba a trabajar arduamente en desarrollar mi memoria y concentración. Aún estoy muy joven como para que tantas cosas se nublen en mi cabeza. Y así comencé. A cada clase que asistía, le ponía el suficiente empeño para salir de allí con la secuencia coreográfica y el nombre de los compañeros, aprendidos. Uno que otro nombre se me escapa luego de los días, pero alguna quedaba en mi archivo mental.
Más adelante, participé del evento de clausura de año que organizó la misma academia, y para ello conseguí aprenderme y presentar 5 coreografías con éxito. Había mejorado considerablemente mi capacidad de capturar a mayor velocidad, procesar, guardar y extraer la información a libertad. Es como si hubiese pasado de un disquete de 8 pulgadas con 256 kB a uno de 5 y 1/4 de 1.2 MB. Era genial, pero podía ser mejor.
Luego de un año y medio bailando, pase a ser la administradora de la academia, lo cual implicaba estar en contacto directo con todos los alumnos/clientes, tanto reales como potenciales. Y siempre pensaba en una frase que mamá suele decir:" No hay mejor melodía para una persona, que el sonido de su propio nombre", y obviamente tenía razón.
Entonces me puse otro reto. Iba a llamar a cada alumno inscrito por su nombre y trataría, inclusive de recordar su apellido y el tipo de plan que había adquirido en mi sitio de trabajo. Y no puedo mentir. Llegamos a tener casi 90 alumnos, y yo me sabía el nombre del 85% de ellos. Y hasta alguna que otra anécdota contada por la misma persona. Muchos hasta me decían de manera recurrente que gozaba de muy buena memoria, y yo pensaba "si supieran como era".
Cuando me decían que era una distraída, por olvidar casi todo, solía responder cosas como: "Tengo memoria selectiva", "es que Zipeo información", "A veces olvido una que otra cosa", "Eso debe estar guardado en algún archivo, pero no se en cual carpeta de mi cabeza lo puse". Pero la realidad era esa. Mi memoria era como un músculo que no ejercitaba y que cada vez se debilitaba más. Por eso, cuando ayer me tocó devolverme por mi morral, por andar pensando en las cosas del concurso próximo, no sabía si pelearme o burlarme de mi misma. Hoy en día reconozco que lo que me hizo desempeñar mejor mi trabajo anterior,lo que me hace tener presente tantas cosas de mi vida, se lo debo a mi pasión. A mi amor eterno. Al conteo del 1 al 8. Yo, se lo debo al baile!