No sé si salí o entré
No estoy muy segura de donde sale tanto mugre cuando te mudas. Sea que sales o entras, traen consigo una cantidad incontable de polvo, objetos inservibles y estúpidamente viejos, que de paso, muchas veces, ni siquiera representan un factor sentimental.
Los que llegan, los que se van. Si empaco o ayudo a sacar las cajas de algún amigo. Si alguien nuevo llega a mi casa o si yo me aventuro a vivir en otro lugar. Me leo un poco melancólica pero les garantizo que no es así. Hace unas semana, un lunes, fui a mi respectivo ensayo y me topé con una academia desmantelada a punto de cambiar su ubicación geográfica de manera bastante abrupta.
Espejos partidos en un fallido intento de arrancarlos de la pared que había sido su hogar desde hace ya año y medio. Un arrume de laminas que una vez fueron más que un suelo para quienes bailamos allí. Ese pobre y no valorado piso que recibió incontables zapateos y gotas de sudor derramadas en pro de lograr sobre un escenario, un show que consiguiera sorprender a nuestros espectadores. Vestigios de pegante que sostuvieron los pendones que contaban a todos los que entraban, que ritmos se podrían aprender entre esas paredes. Era como decirle adiós a una era, bajo la firme convicción que otra nueva comenzaría.
Debo reconocer que aquel fue un día no tan grato. Entré, y el espacio que cumplía las funciones de recepción estaba sin la magia de los trofeos, la información que solicitaba ser brindada, y el compu de la administradora. Era como si no arribara a la que había sido mi casita, mi casita de danza. La dirección era excelente para mi y la mayoría de los que formamos parte de este grupo artístico. Podía llegar allí en mi amada bici, y no generar más gastos ni riesgos asociados al transporte.
Pero cuando has salido de tu terruño, sabes que la vida es dinámica de manera constante, como una curva sinusoidal. Nos vamos y llegamos a lugares, a eventos, a vidas, a familias, a amores y desamores, a amistades, a empresas, a proyectos, a grupos, a clases y a sueños. Cada que ello sucede, vienen con un tanto de ansiedad, melancolía y hasta emoción por lo nuevo. Soy alérgica al polvo, a los cambios drásticos de clima y odio tener los pies fríos. La mayoría de las veces las mudanzas me dan todas esas sensaciones.
Ahora, allí mismo, luego de pensarlo mucho, decidí que vale la pena arriesgar un poco, trabajar sobre los escombros y hacer esculturas del sucio y húmedo barro. Me explicaré menos metafóricamente...Voy a dictar clases allí, en el mismo espacio que mi escuela tenía como sede, allí mismo donde bajo su gran nombre me divertí compartiendo un poco de mi conocimiento y aprendiendo cada día. Ese lugar pequeño y agradable ahora será mi nueva sede. Ya no con la sombra gigantesca de mi escuela, sino a titulo personal.
Seguiré formándome en la nueva sede con un nuevo director. Continuaré creciendo con ellos por el tiempo que Dios crea adecuado; pero de manera simultanea, ayudaré a muchas otras personas a ser felices consigo mismos y encontrar en la danza la herramienta social y emocional que representa para mi. Así que en ese segundo piso, cercano a una estación de transmilenio, comenzará una mi nueva aventura, junto a los que crean y confíen en mi trabajo. Doy gracias a mi pareja y a mi familia, que me llenan de brío y apoyo incondicional. Susto? mucho. Emoción? Inexplicable! Pero el que no arriesga un huevo, no obtiene un pollo.
Entonces, aprovecho para invitar a mis hipotéticos lectores a divertirse, desconectarse de lo maluco que el día a día intente darles y hacer nuevos amigos, mientras aprenden uno de los más grandes lenguajes no verbales, que existe desde la prehistoria.
Porque podemos comunicarnos infinitamente con nuestro cuerpo, así como infinita puede ser la alegría que el baile brinde a nuestras vidas. Porque en esta mudanza, no se si salí o entre, de todas formas BIENVENIDOS SEAN TODOS A MIS CLASES!
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