A mis maestros!
Aún puedo recordar mi primera fiesta sola. Pre-adolescente. Estaba de vacaciones Medellín y unos amigos me invitaron a celebrar algo un diciembre. Tendría unos 11 años, pero por la estatura parecía de 15. Evidentemente, por la ciudad donde me encontraba, lo más común en las fiestas era bailar porro y salsa. Y yo...negada para ambas.
Fue allí cuando salieron al rescate, como siempre y como hasta ahora ellas, mis heroínas, las que sabían y saben que me sucede o me sucederá en un futuro próximo. Qué intuitivas han sido siempre cuando de la menor se trata. Ellas las parceras, confidentes y guías. Ellas, mis hermanas! Quienes decidieron un día antes "enseñarme" a bailar salsa. Y decían: pones el derecho atrás, mientras el izquierdo cruza un poco y repites eso con el izquierdo atrás, y...BLA BLA BLA.
Ahora que enseño, confirmo que no puedes esperar aprender todo en un par de horas y de paso, luego juzgarte por no hacerlo bien. No era que fuesen malas profes, es que yo era mala alumna y no sabía trabajar bajo presión. Creo que en algún momento me perdí la instrucción de dejarme guiar, o bailar con calma, o no pisar a nadie, o no saltar, o sencillamente escuchar la música y hacerle el favor a la humanidad de bailar al ritmo que suene. Esta de más confirmar a mi hipotético lector, que fue todo un fiasco. Ay de mis pobres amigos! Que patriotas fueron aquella noche tratando de domar esta potra salvaje en la improvisada pista de baile.
Hoy quisiera decirles que así comenzó el amor por la danza, pero no fue así. Allí, ya estaba enamorada de manera profunda, absoluta y torpe.
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Antes de aquel acontecimiento, ya adoraba recorrer la sala del apartamento donde crecí cantando y enaltecer con mi cuerpo las canciones de Gloria Trevi, y cualquier otro autor cuyas interpretaciones vinieran acompañadas de melodías enérgicas de las que yo conociera aunque sea el coro.
Cuando tenía como unos 8 años, aprendí a bailar merengue gracias a mi prima Claudia, quien es un poco mayor que yo. Su madre y la mía siempre nos llevaban a las reuniones familiares y esas señoras sí que sabían como se disfruta una fiesta. Entonces, al haber tan pocos parejos a esa edad, que prefirieran bailar que jugar con una pelota, nos tocaba a las niñas hacerlo solas y explicarnos unas a otras lo que creíamos se debía hacer en la pista.
Recuerdo una noche decirle a mi madre que me parecía increíble cómo la música podía llegar a todo el mundo, sin importar si tenías dinero o no. Pues me imaginaba personas cuyas vidas fuesen menos afortunadas que la mía, disfrutando de escuchar mis canciones favoritas a través de un pequeño radio de pilas. Podrían no tener TV, pero seguramente podrían, en algún momento, acariciar sus oídos con música de su agrado. Y porqué no, bailarlas.
No había un curso de vacaciones en mi caluroso y fronterizo pueblo, en el que yo no me metiera. Como a los 12 años, en un centro comercial que quedaba a media cuadra de mi casa, un grupo de amigos decidió dictar unas clases. Entre esos recuerdo con amor a Argenis Cantor. Obviamente allí estuve de primera en la fila para inscribirme y pasar unos meses haciendo aquello que tanto me gustaba. Era el plan perfecto para mi madre. Quedaba muy cerca. Era seguro. Y pasaba varias horas de mi desocupadas tardes haciendo algo que me gustara y me ayudara a quemar calorías.
Ya en la adolescencia, luego de lo sucedido en la capital de la montaña, la cosa fue mejorando. Muchos de mis compañeros del colegio adoraban bailar. Aquello era el plan; el mega plan. Nos inventamos cualquier excusa para reunirnos en el garaje de cualquier casa, poner música y bailar en pareja. Mamá decía: celebran el Día del lápiz! No estoy segura de la técnica ni los tiempos, pero si del disfrute. Aun puedo sentir el sudor y el ritmo de todos en aquellos días. Conseguíamos ser felices sin dinero, y hasta con el uniforme del colegio.
Al llegar a la universidad hice un semestre de taekwondo, hasta que me retiré por no ser capaz de golpear a nadie, y por sacar las patadas haciendo punta de pie. Creo que a mí profesor le dolían los ojos al verme. Cómo reza el refrán: yo era un parche donde no es el dolor. Definitivamente no pertenecía allí.
Pasada la mitad de mi carrera, las danzas de la Unet cambió de profesor. Este nuevo era muy distinto a la doñita tradicionalista y gritona que tenía años en aquel inmenso salón. Era joven, con iniciativa, que mantenía la línea folklórica, pero que sabía de ballet, ritmos tropicales, jazz y muchas otras cosas. Alexander Rodríguez. Cuando leí sobre la convocatoria fue como si se abriera el cielo y el coro celestial completo se asomara a darme un calbazo para que me presentará allí. Fue un semestre entero de audicion. Un semestre entero! Tocaba acumular los puntos suficientes para poder pasar al grupo. Y por cierto, eramos evaluados por quienes lo conformaban, no solo por el profe, sino por todos los bailarines que yo había visto mil veces en el teatro de la universidad, llenos de estilo, color, ritmo, porte, y presencia escénica. Ellos eran los que más me intimidaban. Se sentaban en frente cada vez, con sus caras infranqueables y sus bolígrafos calificadores, poniendo quien sabe que cosas en aquellas odiosas planillas. De los muchos que comenzamos, solo pasaron 7. 7 Unetences, ojerosos de estudiar ingeniería o arquitectura. Y yo lo conseguí!
Me costaba creerlo. Amar bailar no te garantiza que lo hagas bien al primerazo. Solo te da la fuerza para no desistir. Entré con unas chicas que bailaban desde niñas en escuelas de la ciudad. (Mi universidad no quedaba en mi pueblo, sino en la capital del Estado Táchira). Por ello, siempre sentí que era la nueva de las viejas. Barbara, Alejandra, Donna y Berzabeth. Cómo amé aquellas chicas, y aún las sigo admirando como bailarinas, como profesionales y sobretodo como amigas! El caso es que Danzas Unet no solo me enseñó a bailar. Sino que me dio amigos para toda la vida, cómo Cuchu, Luigui y Jairo.
Un día mi profe me dijo algo que jamás olvidaré:
Alexander Rodríguez: Usted está estudiando ingeniería verdad? Y para que contrata una empresa un ingeniero?
Yo: Para que resuelva o mejore las cosas en el mejor tiempo posible y con los menores recursos necesarios.
Alexander Rodríguez: Entonces no me diga que no puede aprenderse 4 coreos en una semana para el festival anual.
Y jamás volví a decir, no me lo puedo aprender. Gracias maestro!
Me parece muy importante resaltar e interiorizar que las críticas que nos hacen, sean con buenas o malas intenciones, nos deben servir para crecer. Debemos filtrar, no solo las manos para sacarlas, sino todo aquello que llega a nuestros oídos, y conseguir reconocer que te hará crecer. Como en todos los espacios de la vida sea el hogar, oficina, salón de ensayo, etc. conseguiremos personas que influirán en nuestra autoestima para bien o para mal. Todo dependerá que cuanto los dejemos, que relevancia les demos y sobretodo, cuanto realmente creemos en nosotros mismos.
Este artículo es para darle gracias a todos los maestros que me brindaron sus conocimientos, y sobretodo me inyectaron en las venas el amor por bailar. A mis hermanas, a mi prima, a mis panas del colegio y del liceo, mis directores actuales y pasados. A tantos y tantos que no estoy segura que lograse escribir todos sus nombres. A todos los parejos que he tenido por un dia, o por meses. Por los de Venezuela, los de Colombia y los de México.
Hacer esto cada día me ha enseñado a conocerme más. La danza me reta cada instante. Cada maestro, tallerista, amigo o hasta un vídeo de Youtube, me dice suavecito al oido: podrás hacerlo? Hasta donde quieres llegar? Que deseas lograr? Vas a dejar que te quede grande?
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Que tú elasticidad es poca? Trabajala!
Que no entendiste el paso? Repitelo!
Que no tienes pareja? Monta un solista!
Que eres incompatible con la pareja que te asignaron? Da lo mejor de ti, y verás como todo cambia!
Sin excusas, solo amor y dedicación.
Este arte se renueva a diario. Es supremamente dinámico. Está en todo y se va transformando. Adquiere personalidades diferentes en cada ser que lo expresa, que lo hace, lo recrea o lo reinventa. No para nunca, como la vida misma. Cómo la energía, que no se crea ni se destruye, solo se transforma.
Mantengámonos en movimiento, en plenitud. Vive y Goza tu vida, tus días, tu cuerpo, tu arte.