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De luces se viste el mundo

Cuando llega Diciembre algo en mi se despierta. Confieso que me encanta la Navidad. Todo en ella me gusta, excepto los gastos excesivos de la gente por querer hacer y ser lo que no hicieron ni fueron durante todo el año. Pero ese no es el punto de este artículo, así que no me desviaré.

Amo las luces en las casas, blancas o de color. En casa, todavía existen cosas, cortadas, cocidas, bordadas, tejidas, pegadas, pintadas y hasta martilladas por mi o mis hermanas. Existe un espacio entre el comedor y el patio, que supuestamente iba a ser un bar, en el diseño original, pero sirvió innumerables veces de área de trabajo. Mamá le decía "El taller de San José". Cada que a papá o a mí nos daba por realizar alguna "creación o arreglo locativo", este era el sitio indicado. Como extraño la casa de mis padres!

De niña, pasaba horas mirando el pesebre de nuestro apartamento, cualquiera que fuera. Todos eran de mi agrado. La simulación de un pequeño pueblo, con marrones y verdes. O los paisajes más agrindados, con inviernos ficticios, blancos con bolitas de icopor, fibra de vidrio o fieltro, que buscaban simular la nieve. Todos tienen su encanto.

Hubo uno, en especial cuando yo era muy pequeña. Este estaba metido en una moya inmensa de barro con un corte circular en un costado, que permitía ver su interior. Todo allí era súper pequeño y unido. La casita donde se refugiaban los 3 personajes más relevantes quedaba montañita arriba. Y por ese trayecto habían miniovejas, luces y flores. Me parecía increíblemente mágico que allí cupiese la representación entera de una población, de una situación y sobretodo de una tradición.

Hoy, ya que soy supuestamente una adulta, creo que lo que más me gustaba era saber, de manera inconsciente, que todo aquello era sinónimo de no asistir al colegio, de viajar, recibir y entregar obsequios que nunca sabían quien o cuando los compraban.

Comer hallacas, pan de jamón, pernil, ensalada de gallina, panettone, cabello de angel, dulce de higos, natilla, buñuelos, hojuelas, chicharrón, arepa, empanadas de papa y mazamorra con panela rallada (el menú siempre dependía del país donde la pasaramos). Ver a los abuelos y a mis amigos antioqueños para jugar, saltar cuerda o montar patines por las cuadras de Buenos Aires (nombre de un barrio de Medellín donde creció mamá) y hacer hasta 7 novenas por noche en la misma cuadra.

Hablando de eso, eramos una patota de chicos entre los 7 y 15 años. En cada casa nos daban solo caramelos, pero con eso nos bastaba para salir felices y enérgicos a la siguiente casa. Era importante hacerlas lo más rápido posible. Esto explica el porqué me sé el 90% de las oraciones y gozos que contiene aquel siempre desgastado librillo.

Además estaba el asunto de los regalos que llegaban la noche del 24, cuando los traía Santa o El Niño Jesús, o ambos en complot/sociedad. El caso es que llegue a los 9 años aún convencida que aquello aparecía de la nada en un rincón de mi casa, el cual variaba de acuerdo a donde yo estuviera. Creo que mi familia es especialista en sorprender positivamente.

Ay la Navidad! Época de Misas de Aguinaldo y de Novenas navideñas. Como soy de frontera, tuve el placer de crecer con ambas tradiciones. Es como quien vive en alguna de las fronteras de Brasil, seguramente hablará español y portugués. Así, tal cual fuimos criados todos los de mi pequeño San Antonio, los de Ureña y sus alrededores. El caso es que entre villancicos, aguinaldos y gaitas, manteníamos la excusa perfecta para tocar un instrumento o cualquier cosa con la que sacar una melodía.

Por ello, recuerdo haber aplastado innumerables tapas de gaseosa con el martillo de papá para hacer un diseño de pandereta único. Cuadrado. Con un retablo de madera que conseguí en el cuarto de San Alejo. No era que no existieran mejores en las tiendas o que no hubiese dinero con que comprarlo. Sucedía que era divertido crear, hacer, aprender.

Manejar herramientas pesadas de adultos y pensar cómo lograrlo. En mi caso, mamá me hacia sentir que nadie me supervisaba. Aunque hoy creo que entre ella, papá y mis hermanas, siempre estaba cuidada de lejitos para que me sintiera grande e independiente. Hoy son los instrumentos para estos fines son tan seguros y sofisticados, que hasta alumbran en colores variados cuando los tocas (lo he visto en panderetas y maracas) como si de partículas de neón se tratase.

Si viajábamos a Medellín, como sucedía la mayoría de las veces mientras era menor, saqué durante varios años alguno de los alucinantes acordeones (uno azul y otro rojo) que fueron de mis hermanas. Eran un hit dichos instrumentos. Contaban su respectiva cuerda de reata que permitían al usuario llevarlo colgado del cuello, y llegar a las novenas de los vecinos, con mucho estilo, a llenar los cánticos y gozos de un sonido aturdidor y absolutamente desentonado que provocaba las miradas todos los asistentes. Miradas cargadas de sentimientos encontrados, pues nadie estaba estaba seguro si reír, llorar, taparse los oídos u ofrecerme su maraca a cambio de mi ostentoso fuelle musical.

Escribiendo esto arrugo un poco el ceño y entrecierro los ojos (como sospechando o si tuviera miopía) mientras trato de recordar una mala navidad, y no la puedo señalar. Ni siquiera, aquella en que papá se fue de esta existencia a finales de un noviembre, puedo sentir el amor que se sentía en casa. Con un adiós recién dicho y un lagrima siempre en puerta, pero aún así nos tomamos de la mano para orar alrededor de la cena, se pusieron las luces y los más pequeños recibieron el infinito afecto que les tenemos entre abrazos y pequeños detalles envueltos en papeles brillantes.

Aún en los tiempos más críticos, la navidad le hace un refill de esperanza y buenos sentimientos a las personas. Mamá me contaba de niña, que era una época tan significativa para el mundo entero, que hubo guerras en la historia que paraban, hacían una tregua, porque era Navidad.Es como si de luces se vistiera el mundo. Cómo no seguir sintiendo en mi corazón fascinación por ella?

Me encuentro de nuevo en Medellín. Vine a pasar 24 y 31 con mamá, mis hermanas y sus familias. Y aunque deje en mi querida nevera al caballero que tanto me gusta y quiero, sé que él también ha de pasarla con los suyos. Veo a mis enanos, los hijos de mis hermanas, algunos ya más altos que yo y pienso: Que dicha que crezcan sabiendo que sin importar que religión practiques, creas o no en Dios o en algo, nuestra cultura nos ha dado y sigue dando un pretexto más que justificado ante los ojos de un mundo lleno de trabajo y poco tiempo, para detenernos y encontrarnos con las raíces, con la familia y con nosotros mismos.

Querido hipotético lector, te deseo una Navidad llena de abrazos, de sonrisas, de reencuentros, de gratitud, de unión, de valores, de esperanza, de reflexión, de gestos amables, de perdón y autoperdón, de cosas hechas a mano y miradas llenas de luz. Pero sobretodo, deseo que estos sentimientos tan "buena onda" se nos arraiguen en el corazón de manera permanente, y que se reactiven con nada amanecer del año que hemos de comenzar.

Pdta:

"Se conoce como Tregua de Navidad a un breve alto al fuego no oficial que ocurrió entre las tropas del Imperio Alemán y las tropas británicas estacionadas en el frente occidental de la Primera Guerra Mundial durante la Navidad de 1914. La tregua comenzó en la víspera de la Navidad, el 24 de diciembre de 1914 cuando las tropas alemanas comenzaron a decorar sus trincheras, luego continuaron con su celebración cantando villancicos, específicamente Stille Nacht (Noche de paz). Las tropas británicas en las trincheras al otro lado respondieron entonces con los mismos villancicos en inglés.

Ambos lados continuaron el intercambio gritando saludos de Navidad los unos a los otros. Pronto ya había llamadas a visitas en la tierra de nadie, donde pequeños regalos fueron intercambiados: whisky, cigarrillos, etc.

La artillería en esa región permaneció silenciosa y a un lado esa noche. La tregua también permitió que los caídos recientes fueran recuperados desde detrás de las líneas y enterrados. Se condujeron ceremonias de entierro con soldados de ambos lados del conflicto llorando las pérdidas juntas y ofreciéndose su mutuo respeto."

https://es.wikipedia.org/wiki/Tregua_de_Navidad


Mónica Velásquez

Vivir en monotonía es una elección, pero no la mía. 

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