Competencia
Me parece casi increíble que por el momento solo llevamos, oficialmente, un mes y nueve días desde que tomamos en renta los dos salones y que la página web lleve en Internet apenas desde el 26 de febrero de este año.
Nada. Esto es lo que me dicen todos cuando manifiesto que me agobia un poco el hecho de no tener las clases llenas. Nada y para mi tanto, puesto que deseo profundamente ver los salones con muchas personas aprendiendo felices, quemando calorías, iluminando sus rostros bañados en sudor con grandes sonrisas. Alumnos que se miren al espejo y busquen su esencia. Alumnos que se sientan parte de una comunidad, de una familia, de un espacio donde errar es más que permitido y donde es casi obligación reírse de sí mismo para seguir creciendo.
Desde que comencé a dictar clases de salsa y bachata en este sitio, llegue a sentir que por alguna razón las academias cercanas y lejanas me podrían considerar competencia. No lo digo en tono arrogante o sobrada, sino que era un tema que me preocupaba. Soy más bien nueva en este mundo, y a pesar de amar bailar como lo hago, sé que aún soy pequeña en conocimiento y experiencia comparada con los dueños de las otras escuelas. Escuelas a las que he asistido, a las que además, de una u otra forma, les debo mi formación. Pero la semana pasada, este sustico mío se fue desvaneciendo al poder confirmar mi teoría de “Hay para todos”.
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La aceptación grata por parte de grandes bailarines, maestros y gente importante del medio de la danza ante la apertura de nuestras puertas, me ha llenado estos días el corazón de valor e ímpetu. Hemos conseguido no solo la felicitación de estos personajes grandiosos, sino además el apoyo a los nuevos proyectos, consejos, llamadas con palabras de aliento y un sinfín de bendiciones.
Qué bello es saber que este arte nos une en vez de separarnos. Que fantástico es confirmar que la grandeza del artista va más allá de los muchos pasos que sepa o de los muchos alumnos que asistan a sus clases y talleres. Es dentro de ellos donde habita la fuente de su luz. Y es por ello que quiero darles las gracias a través de este artículo.
El apoyo y la buena energía que viene de nuestras familias y amigos son increíbles. Pero el reconocimiento del esfuerzo que hasta hoy hemos hecho por los que hace mucho comenzaron, es casi mágico. Es como el padre que le dice a su hijo, mirando a su nieto, lo bien que lo está haciendo.
Gracias Alex Chaca, Jesús Cabezas, Milton Rodríguez, Stefanía Ortíz, Alejandra Forero, Ingrid Danza Pura, Brayan LP Copete, Karo Soto, Kike Jarquín, Germán Ortíz, JJ GD, y a todos los grandes bailarines por su participación tan positiva en este hermoso proceso, por sus palabras de ánimo y su buena vibra.
Que la danza reine en la ciudad, en el país y en mundo. Cuando bailas no peleas ni odias, solo sientes. Entras en armonía con el sonido, con la música, con las letras de las canciones. Te conectas con algo más grande que tú. Y además, lo compartes con tu pareja o con tu grupo. Bailar te obliga a confiar, a cuidar, a creer en el otro. A desear que todo salga bien siempre. A trabajar duro y al unísono por un mismo objetivo (cuando es montaje). Bailar nos da libertad, nos hace mejores personas, habitantes de un mundo que decae ante tanta violencia y maldad.
Bailar hace parte de la solución. Desvanece la rabia, la ira. Te permite respirar mejor, reconociendo la importancia de cada parte de tu ser y de tu entorno. No bailas para hacerte daño. Cuando bailas te cuidas, te amas, te proteges y haces lo mismo con tus parejas y compañeros de salón. Crean en el baile y en sus efectos positivos en la vida de quienes lo practican. Crean que podemos hacer de este, un mejor lugar para vivir.
Permítanse bailar, aunque nunca lo hayas hecho antes. Aunque tengas 10 o 60 años. Aunque en de niño no te hayan enseñado. Nunca es tarde para aprender y hallar otra manera de ir hacia la felicidad. Lleva a tus hijos, sobrinos, vecinos a una academia. Los esperamos con las puertas abiertas y la disposición de compartir con cada persona este arte, esta pasión, este amor puro y eterno.
Es por ello que hoy concluyo, con razones más que suficientes, que a pesar de estar en una ciudad donde hay innumerables academias de baile y escuelas que se abren cada día, NO somos competencia entre nosotros. Enseñamos con competencia, con conocimiento y con respeto.
Somos ramas de un majestuoso árbol que cada día le da más sobra, frutos y frescura a esta humanidad. Somo bailarines de bella canción llamada Vida.