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Ella...

Es tan vieja como la existencia misma, desde que la tierra es tierra y el agua corre por los ríos. Pero nace cada día, con cada persona que la descubre o la reinventa. Con quienes se entregan por un instante o para toda la vida.

Ella habita, palpita, existe.

Para algunos, es como si naciera con ella entre las venas. Para otros llega con los años, por una invitación, por una tristeza profunda que la solicita, por una etapa que la hace importante o indispensable.

Nunca es muy temprano ni muy tarde para estar con ella, para vivirla. Está totalmente loca pero equilibra los sentimientos y emociones de quien decide entregársele.

Cuando de ella se trata no hay límites. Nunca la conoces en su totalidad, jamás alcanzas a ver a profundidad sus múltiples facetas ni a hablar sus infinitos idiomas. Pero sin embargo te permite comunicarte con el mundo sin necesidad de pronunciar una palabra.

Es exigente, retadora. Te hace sufrir, sudar, volar, caer, levantarte y volver a intentarlo. Muchas veces te frustra. Por temporadas quisieras alejarte, dejarla atrás, pero siempre vuelves a sus brazos. Porque una vez te entregas a ella, serás suyo toda la vida. Ella te da una sensación de libertad y plenitud incomparable.

Es amante, amiga, guía, salvadora, adictiva. Para los más pequeños, hasta se porta como una madre protectora y forjadora de disciplina. Se encarga de conseguirte amigos y de enseñarte a trabajar en equipo. Te obliga, en la mayoría de los casos, a socializar. A establecer lazos sentimentales con quienes la conocen y la aman igual que tú.

Si aún no te la has topado nunca de frente, ten la seguridad que ella está esperando por ti, latente, en la penumbra, como si te acechara para capturarte en aquel segundo de debilidad. Porque sabe que no podrás resistirte a ella, después de disfrutar sus mieles.

Ella demanda tu tiempo, tu dinero, tu esfuerzo. Pide sacrificios constantemente. No se conforma con momentos esporádicos, ni con encuentros eventuales. Es infinitamente sedienta. Pero igualmente, está siempre dispuesta a darte cada vez más de ella.

Cuando se te presenta, primero permite que la mires. Luego que la toques sutilmente. Que la explores. Que la recorras. Que vibres con su presencia, que te sientas más que vivo. Cómo si formarás parte de algo mucho más grande y poderoso. Te colma de una energía, que te invade y te rodea a la vez.

A ella le debo mi felicidad permanente, mi sanación interior. Ella me hizo andar de la mano de mi maravillosa pareja A.G. Me abriga día a día con gran número de amigos fantásticos, talentosos, apasionados. Por ella mi familia creció a pesar de haber migrado. Ella me hace sonreír a diario.

Ella me alimenta el cuerpo, la mente y el espíritu. Ella es mi más profundo amor. Ella es la DANZA.

Fotografía de http://neoconciencia.es


Mónica Velásquez

Vivir en monotonía es una elección, pero no la mía. 

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