Qué tipo de historia serías?
He estado un tanto absorbida por mi trabajo. A diferencia de lo que se puede pensar, lo disfruto cantidades. Pero no lo digamos en voz alta, porque pueden pedirme más horas y más montajes.
Así como la danza fue la mejor elección de vida que he tomado, debo confesar que nunca fue mi primera opción, y me explicaré al respecto.
Cómo lo sabe mi hipotético lector, soy Ingeniera Mecánica. Y muchísimas personas se preguntan como cara de consternación, por qué terminé dictando clases de baile y montando una academia, con el mejor socio del mundo. Pues les cuento que siempre amé bailar. Lo hago desde que tengo memoria. La música suena y mi cuerpo reacciona de manera involuntaria, buscando entrar en armonía con la melodía. Pero aún así, jamás sospeche, ni remotamente que mi fuente de ingreso económico podría venir directamente de aquello que vi durante décadas como un pasatiempo.
En mi familia hay un dicho, “aprenda, uno nunca sabe de qué podrá vivir”. Obviamente aplicaba cuando de niña me enseñaban a cocinar, cocer, bordar, manejar alguna herramienta o desarrollar alguna actividad manual. Y sí, que cierto es. Uno nunca sabe, con el pasar del tiempo y los cambios suaves o abruptos que nos suelen suceder, que habilidad será la que lleve el pan a la mesa y la felicidad al corazón.
Para mi fortuna, mi pasión se convirtió en mi amor verdadero, profundo, lleno de respeto y admiración, y lo hago de lunes a domingo. Lo que me parece más fantástico, es que puedo dar un poco a todo aquel que desee hacerlo. Es como tener un manojo inagotable de bendiciones y poder darle a cada persona a mi alrededor, un poco. Es mi fuente de la felicidad.
Confieso que mantengo dolor corporal, pies ampollados y sueño permanente. Aunque todo aquello se esfuma cuando comienzo una clase o un ensayo. Porque todo en mi reconoce lo que realmente importa, lo que realmente llena mi espíritu.
Cada paso que dí me trajo a este momento y hoy dirijo un equipo de bailarines. Ha sido una experiencia llena de personas, cosas, situaciones y sensaciones mágicas. Y como la magia, hay buena y mala. Pero en esta historia que escribo, cuyo titulo es Vive y Goza, la luz sobrepasa la oscuridad, minimizando lo poco que ha habido de triste, duro, molesto o frustrante. Pues cuando acepté compartir mis conocimientos y anhelos con estos personajes tan míticos y apasionados, empezó la ganancia para ambas partes. Yo crezco a diario, me obligan a seguir en formación, aprendizaje y estrategia. Y ellos, me permiten pulirlos, sacarles el brillo y mostrar en escenario su mejor versión basado en el talento que los invade.
Como si fuese poco, la empatía y el trabajo en equipo, ha generado unos vínculos fuertes de amistad y familia. Y como debe ser, todo lo hacemos en pro del bien común. Por eso, cuando mi madre me preguntó, si fueses un libro que tipo de historia serías, supe que sería una novela entera de batallas épicas, ganadas paso a paso, liderando un pequeño grupo que pocos conocían, pero que la fuerza radica en el fuego de sus corazones.
Ha sido un año de cosechas. Luego de un año entero de siembra. El proceso de formación (que no acaba nunca) ha sido largo, pero ha traído unos frutos jugosos y una sensación de satisfacción inimaginable para todos los que hacemos parte de esta apoteósica campaña. Cada grano de arena cuenta. Cada persona que participa directa o indirectamente, quien te dice “que bien lo hiciste”, o quien te da respaldo en los momentos cruciales.
Cada trofeo ganado, no solo viene del bailarín, ni de su director. Viene también de sus padres, hermanos, hijos y familiares. Amigos y compañeros de clase o trabajo. Todos lo que nos rodean y animan a seguir, forman parte importante de cada victoria.

Hay seres en la vida de cada uno, totalmente invaluables. Para mi lo son mi socio y pareja, mi familia, y mi equipo de trabajo. Sin ellos, nada de este sueño se estuviera alcanzado. Ahora, en preparación y rumbo a nuestra primera competencia mundial de baile, solo me queda por darles las gracias. Gracias por creer, por la paciencia, por el amor y por soportar que no los veamos debido a los innumerables ensayos. Pero les prometo que seguiremos trabajando con tanto o más amor y ahínco, como hasta hoy.
Porque vale la pena vivir por y para la danza.