El propósito de la vida es una vida con propósito.
Tengo una sobrina de 11 años, se llama Sarah. Ella parece (siempre lo he dicho) un alma vieja. Siempre analiza las situaciones. Realiza conclusiones y reflexiones respecto a las vivencias, pelis o libros, con una profundidad superior a su edad. Es ella quien me enseñó, porque lo leyó de un libro, la frase que hoy uso como título de este breve escrito.
Por lo que pienso: Si por lo menos 4 de cada 10 personas vivieran bajo esta filosofía la planitud sería nuestro común denominador. Porque es la infelicidad de hacer lo que no nos gusta a diario, lo que desencadena una serie de acciones violentas. Violencia contra los demás, hacia la sociedad y contra nosotros mismos.
Con el ocaso de este año tan próximo y el hábito de realizar la respectiva retrospección de las acciones, decisiones y alcances, noto que las historias para contar sobre el 2019 llenarían un libro. ¿Les ha pasado que viven tanto, en tan corto tiempo que da la sensación de que son muchos más los minutos vividos? Eso es lo que siento. Como si en vez de un año común y corriente, con sus 365 días hubieran sido unos 200 días más.
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Muchas personas me han preguntado a lo largo de estos 2 años ¿cómo es que preferí dedicarme al baile y dejar la ingeniería? Considerando obviamente que las remuneraciones económicas asociadas a la ingeniería (sin ser la regla) superan siempre y lamentablemente, las del baile. Pregunta que inclusive me hizo mi ex jefe, en su momento cuando me planteó la posibilidad de retomar mi antiguo cargo con oportunidades grandiosas de estar en el medio de los combustibles, minerales y más.
Confieso que lo pensé algunas noches. Pero mientras lo pensaba para dar una respuesta definitiva continúe compartiendo mis pocos conocimientos y mi gran pasión por el baile. Y es allí, en los salones con espejos y bafles con música alta, donde las risas hacen vibrar los corazones y el sudor emana con placer de la piel de mis aprendices, donde entendí mi propósito. La danza me eligió. Ella siempre me llevaba de la mano por la vida y fue hace poco, que le hice caso por fin. Entonces reconocí que, si debemos compartir las bendiciones con el prójimo, la mía es bailar. Enseñar y aprender para seguir enseñando.
Y hoy vuelvo a dar gracias a mi compañero de vida, por su amor, respecto y apoyo. Porque sin él, esta hermosa historia no existiría. Por creer en mí y respetarme, por apoyarme y estructurar mi cabeza loca. Y a su bella familia, son asombrosos.
Posiblemente en algunos años cumpla algún ciclo y se genere un cambio en mí, pero por el momento a mis pasados treinta y muchos años, la felicidad que me brinda esto a lo que me dedico, no lo supera nada.
Y es tanto así que, haciendo el recuento de los frutos físicamente palpables, del trabajo arduo de todo este año, puedo contar con orgullo y alegría infinita que pisamos 5 veces tarima, y nunca volvimos a casa con las manos vacías. Ganamos trofeo en cada competencia donde participamos. No lo hicimos con los 9 montajes que creamos este año, pero si con algunos de ellos. Y eso, para nuestro corto tiempo como academia y como equipo de show y competencia, es asombroso y gratificante hasta los huesos.
Hay un quien para cada cual, o para cada que. Y rememorando el refrán, “si vas a ser barrendero, entonces debes ser el mejor”. Como lo he contado en diferentes artículos a mis hipotéticos lectores, hace muy poco tiempo comencé esto, pero desde la primera vez que dije que mi profesión es Bailarina, he estado y seguiré aprendiendo, entrenando, alimentando mi mente, cuerpo y espíritu para hacerlo cada vez mejor, pues quienes asisten a mis clases o a mis ensayos merecen lo mejor de mí.
Cuando logras un meta, tienes todo el derecho a celebrar, pero sin detenerte, sin relajarte, sin confiarte, sin dejar que el ego te envenene el alma. Porque si deseas continuar sintiendo esa emoción indescriptible, la humildad y el trabajo continúo es la manera de hacerlo. Mi madre siempre dice “sin prisa, pero sin pausa”.
En este último día de un diciembre asombroso, quiero darle gracias a mi familia, quienes me aman y animan a continuar metiéndole el hombro a lo que amo.
A mis alumnos, por su energía hermosa. Porque crezco con ellos cada día, en cada clase. Porque sus anhelos, triunfos y felicidad se vuelven míos también. Y porque no tienen idea de la plenitud que me da ver su evolución y el brillo en sus ojos.
A Vive y Goza Dance Studio, mi hogar, mi lugar favorito, nuestro hermoso proyecto, mi escuela. Al que deseo ver crecer cada día y que nos permite conocer seres increíbles que disfrutan conmigo el placer de bailar.
Y a mi equipo, por el profesionalismo que manifestaron la mayoría en los ensayos y competencias. Por su persistencia, esfuerzos y pasión compartida. A los grupos nacientes de VyG con sus directores, Ladies Style y Urban Dance, les doy la bienvenida a manos llenas y sonrisa amplia.
Nos espera mucho trabajo, porque tengo la firme convicción de tener un 2020 colmado de retos, aventuras, entrenamientos, ensayos, sonrisas, amistad y sobre todo respeto por quienes somos y por la hermosa dama que representamos, la danza. Porque el 90% de éxito se basa simplemente en insistir.